Pintada en 1931, esta icónica obra simboliza la visión subjetiva del tiempo. Inspirada en Freud y Einstein, refleja cómo la memoria y el inconsciente afectan nuestra percepción.
Los relojes derretidos representan un tiempo fluido y no lineal, típico del mundo de los sueños. El fondo desértico evoca soledad y eternidad, mientras que una figura amorfa central insinúa un autorretrato dormido de Dalí.
La figura central dormida puede ser Dalí, y refuerza la conexión entre la vigilia y el sueño. El paisaje está inspirado en Port Lligat.
Ha sido objeto de incontables interpretaciones en cine, cultura popular y arte, convirtiéndose en un símbolo universal del surrealismo.
Pintada en 1929, refleja las obsesiones sexuales de Dalí influenciado por Freud. Representa su conflicto entre deseo, miedo e identidad.
Una figura central mezcla rostro humano y roca —probablemente Dalí— expresa ansiedad sexual. La figura femenina representa a Gala, y el saltamontes simboliza miedo y repulsión.
Dalí vinculaba esta obra a su temor a la impotencia. Representa la dualidad deseo-miedo que marcó su vida personal y artística.
Fue clave en su evolución personal y marca el inicio de su relación con Gala, figura fundamental en su vida.
Pintada en 1944, refleja el estado hipnagógico, mezcla de sueño y vigilia. Dalí combina ciencia, psicoanálisis y simbolismo onírico.
Gala flota dormida mientras emergen elementos como granadas, peces, tigres y elefantes. La escena es un ejercicio del método paranoico-crítico.
Un elefante con patas largas y finas simboliza los deseos imposibles. La granada y los tigres representan el peligro y la fertilidad en el mundo onírico.
Es ejemplo del dominio de Dalí en representar la frontera entre sueño y realidad. Fusiona ciencia moderna con imaginación visual única.
Estas tres obras maestras de Salvador Dalí demuestran su habilidad para plasmar sueños, ciencia y psicoanálisis en imágenes inolvidables. Entender sus símbolos y obsesiones es clave para apreciar su impacto en el surrealismo y en el arte contemporáneo.